lunes, 9 de enero de 2012

Discurso de la Puesta en Circulacion del Libro: "Correo y Filatelia en la República Dominicana en el Siglo XIX"


El año pasado, durante la puesta en circulación de la obra Tarifas Postales Dominicanas 1851-2009, resultado del trabajo del Lic. Juan Manuel Prida y de quien les habla, tuve a mi cargo la presentación de la obra bajo el entendido de que, cuando se hiciera la presentación del libro de Buenos Aires, que estaba programada para el mes siguiente, quien hablaría sería Prida.

Al llegar a Buenos Aires, al Lic. Prida se le asentó el pájaro verde, la expresión que usaba mi abuelo para decir que alguien se había acobardado y de nuevo debí ser yo quien hablara, una persona que no se caracteriza por sus dotes como orador.

Hace algo más de dos semanas, en una reunión que sostuvimos el amigo Prida, el Sr. Alonso y yo con el Dr. Moya Pons para definir el protocolo de la puesta en circulación de este libro, Prida de nuevo se extrañó, la expresión que usan los galleros cuando al llegar a la gallera el gallo se niega a pelear y sale huyendo. Esto, a pesar de que en Buenos Aires me había prometido que la próxima vez sería él.


Aunque este es el libro # 11 que publico, nunca ha estado demasiado claro que debe decir el autor en la presentación de su obra. Debería ser algo tan sencillo como: Señores, escribí este libro, espero que lo compren y confío en que lo leerán.


A falta de unos lineamientos claros sobre el tema, voy a hablarles un poco sobre lo que han sido los esfuerzos para escribir sobre nuestras emisiones.


El primer trabajo serio sobre nuestras emisiones lo escribió Charles J. Phillips en 1905 en una serie de artículos que publicara en el Stanley Gibbons Monthly Journal. Es un trabajo de gran profundidad pero en él, Phillips se queja de que no había podido conseguir en el país información alguna sobre nuestras emisiones y señalaba que la poca que existía se había perdido.


40 años más tarde, en 1945/46, el Dr. Clarence Hennan, un distinguido médico de Chicago propietario de una de las mejores colecciones de la República Dominicana que se habían formado hasta la fecha, escribió otro brillante trabajo sobre nuestras emisiones del siglo XIX. En su obra, Hennan, al igual que Phillips, se quejaba de que no había conseguido ninguna información en el país. Lo único que pudo conseguir fue un suplemento que publicó Genaro Martínez como parte de su Revista Postal que comenzó a publicar en 1933. Genaro, un inmigrante español, cuando no conseguía la información se la inventaba. Así por ejemplo, cuando habla de nuestros primeros sellos, dice que en una reunión que se convocó para decidir la viñeta de nuestros primeros sellos, José M. Bonetti se presentó con un escudo en madera que había tallado. Los convocados aprobaron usar el escudo como modelo y se encargó a los Estados Unidos la confección del clisé y que los sellos se emitieron el 12 de enero de 1866. Desconocemos el origen del escudo en cuestión, pero éste se había estado usando en un papel moneda desde agosto de 1865 según podemos ver en unos billetes de banco que muestra el amigo Isaac Rudman en su obra sobre el papel moneda dominicano y se sabe, positivamente, que los sellos se emitieron en octubre del año anterior.


Pues bien, el trabajo del Dr. Hennan es brillante, pero cuando toca el tema de los datos técnicos sobre nuestras emisiones, incluye todos los disparates de Genaro (Prida me corrigió y dice que fueron dislates y no quise seguir discutiendo con él sobre semántica).


El tercer intento de un trabajo serio sobre nuestras emisiones es de Oscar Ravelo. Este publicó en 1944 El Correo en Santo Domingo donde cubre todo lo relacionado con el correo desde el descubrimiento hasta 1865, fundamentalmente lo que los filatelistas llamamos nuestra prefilatelia. Ravelo, quien trabajó durante muchos años en el Archivo General de la Nación hizo un buen trabajo. En lo relacionado con nuestras emisiones, esa parte estaba prevista ser cubierta en el segundo tomo que abarcaría desde 1865 hasta 1944.


Ravelo redactó ese segundo tomo y según me informó (trabajamos juntos en el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos), le dio el borrador del libro al Dr. Thomén para que se lo corrigiera en la parte filatélica pues Ravelo no era filatelista, ni siquiera coleccionista de sellos. Thomén murió más de 20 años más tarde sin revisarle el trabajo y el borrador quedó entre sus papeles. Estos fueron comprados a su viuda por el Sr. Guillermo Asmar y tuve la oportunidad de ver el borrador en casa de Asmar. Éste le vendió los papeles de Thomén al Lic. José Luis Abraham pero cuando hicimos contacto con Abraham para tratar de conseguir el borrador, no pudo localizarlo. Todo parece indicar que Asmar se quedó con el borrador. No se mucho sobre su contenido pues apenas lo hojeé.


El Dr. Thomén tenía en mente escribir un libro sobre nuestras emisiones. Fue uno de nuestros más brillantes filatelistas. Desde su posición como embajador en Londres y Washington se dedicó a comprar en los mercados de pulgas cuanto libro de filatelia encontraba, especialmente revistas, llegando a formar la mejor biblioteca filatélica que ha habido en el país. El Dr. Thomén murió y no llegó a escribir el libro.


La biblioteca Thomén quedó en la oficina del Ing. Enrique J. Alfau, otro distinguido filatelista. Alfau tenía la intención de escribir el libro que no había escrito Thomén, con base a la biblioteca de éste, y me encargó de revisar todo lo que allí había y prepararle las fichas. Durante más de un año iba todos los sábados a la oficina de Alfau y me llevaba a la casa una caja de libros y sacaba de ellos todas las informaciones que encontraba sobre nuestras emisiones. Le entregué el trabajo a Alfau pero tuve la precaución de quedarme con una copia de las fichas.


El Ing. Alfau murió y nunca llegó a escribir el libro. Las notas que tomé las usé en 1999 para mi obra Emisiones Postales Dominicanas 1865-1965 y en 2001 en la obra República Dominicana: Los Sellos Clásicos.


Hace dos años me dispuse a montar mi colección dominicana incluyendo en ella cubiertas. Cuando se incluyen cubiertas en una colección, las que la convierten en una colección de historia postal, se debe tener conocimiento de las tarifas postales y no conocía las diferentes tarifas que se han usado en nuestro país. Pensé que la tarea sería fácil pues todo se limitaría a revisar la colección de leyes. El colega de la Sociedad Dr. Cristian Pimentel puso a mi disposición su colección de leyes. Al revisarla pude constatar que había muchas disposiciones en materia postal que no estaban en la colección y allí fue donde se incorporó al proyecto el Lic. Prida. Este se sumergió en el Archivo General de la Nación y logró localizar toda la información faltante y fruto de ese trabajo conjunto fue nuestra obra sobre las tarifas de la que les hablé al principio.


En su revisión de legajos en el Archivo, Prida encontró una cantidad enorme de información sobre el correo y fue en ese momento que surgió la idea de este libro. La labor se hizo más fácil por las facilidades que ofrece el Archivo desde que está al frente el Lic. Roberto Cassá. Gracias a su gestión el archivo ha dejado de ser un depósito de papeles para convertirse en un verdadero centro de investigación histórica.


Como parte de la redacción de la obra nos propusimos cubrir, además de la parte filatélica, la parte correspondiente al correo, una parte de nuestra historia que ha sido ignorada por nuestros historiadores. Dice el Dr. Moya Pons, en su obra La Otra Historia Dominicana:


“A mi me gustaría ver en los próximos años libros frescos de historia dominicana, con enfoques cuantitativos, que estudien la evolución de la política económica de los gobiernos, las relaciones exteriores, los sistemas agrícolas, el campesinado, el comercio, los sectores laborales, los procesos de urbanización, los ferrocarriles, el impacto de las carreteras, la moderna industria azucarera, la introducción de nuevos cultivos comerciales, la demografía, los partidos políticos, las clases medias, las élites, la evolución de la cultura, los nuevos movimientos religiosos, las fuerzas armadas, el Estado, las migraciones, la mujer, las ideas, las empresas, la educación, la reforma agraria, la política agropecuaria, la vida local, en fin, todo lo que hasta ahora ha estado ausente de los libros de nuestros historiadores”.


Pues bien, aunque no pretendemos que en lo atinente al correo hayamos respondido a las inquietudes del Dr. Moya Pons, en el libro que hoy presentamos estudiamos, además de todo lo relacionado con nuestras emisiones, una enorme cantidad de informaciones hasta la fecha desconocidas sobre el correo en el siglo 19. Todos los que hasta la fecha han escrito sobre nuestras emisiones, y entre estos me incluyo, lo han hecho con base a la información publicada en las revistas editadas en el exterior. En esta obra, por primera vez, se usa información primaria obtenida directamente del Archivo General de la Nación.


El libro sobre el correo y sobre nuestras emisiones que trataron de escribir Phillips, el Dr. Hennan, el Dr. Thomén, el Ing. Alfau y hasta yo me incluyo y que no se había podido escribir dada la falta de los datos que hoy están a nuestra disposición gracias a las facilidades que ofrece el Archivo General de la Nación, es el resultado de más de dos años de investigaciones durante los cuales se revisaron centenares de legajos. El Lic. Prida tomó más de 20,000 fotos de documentos relacionados con el correo y nuestras emisiones postales.


Se cumple una vez más, por tanto lo planteado por Calderón de la Barca en su drama Hijos del Sol cuando dice que:


Los casos dificultosos
 
Y con razón envidiados
Empiésanlos los osados

Y acábanlos los dichosos

 

Al poner en circulación esta obra queremos dar las gracias, en primer lugar a nuestro anfitrión el Dr. Moya Pons por habernos abierto las puertas de esta augusta academia.
En cuanto a la obra en sí agradecemos a:

  • Dr. Roberto Cassá por las facilidades ofrecidas por el Archivo a lo largo de más de dos años.
  • Al Lic. Osvaldo Giordano, Presidente de la ACFA por su hermoso prólogo.
  • En la parte financiera, a los Sres. Isaac Rudman, Lic. Fernando Báez y el amigo Richard Zaremba de Canadá. A estos amigos, nunca les pasa como a un amigo que tengo que a la hora de pagar la cuenta, nunca logra desabotonar el bolsillo donde tiene a cartera.
  • A los mismos amigos Rudman, Báez y Zaremba, al hermano Manolo Pappaterra quienes pusieron a mi disposición sus colecciones.
  • La hermosa portada, como siempre, es obra de mi hijo Guillermo Mueses.
  • Eduardo Mueses, otro hijo y Guillermo Emilio Molina, un nieto, lograron rescatar una serie de matasellos borrosos que localizamos en el Archivo y se ofrecen como primicia en la obra.
  • El hermoso y esmerado trabajo de diagramación fue hecho por el Arq. Giuseppe Di Vanna quien, aunque vive en EU, nos había prometido estar con nosotros. Lamentablemente, compromisos de última hora se lo impidieron.
  • La hermosa impresión fue hecha en los Estados Unidos. Aunque nos da pena decirlo, conseguimos que el libro fuera impreso por una fracción del precio que nos cotizaron en el país y nos entregaron el trabajo en apenas una semana.
  • Y finalmente, agradecemos a los señores académicos, al personal del INPOSDOM, a los colegas de la SFD y a los familiares y amigos que en un acto de solidaridad vinieron a acompañarnos en este momento tan importante tanto para el Lic. Prida como para mi.   
Gracias de todo corazón.