La Filatelia al Día
25 De Julio
de 1981 .No.75
Por Danilo A.Mueses
LAS FALSIFICACIONES DE SEGUI
La crónica negra de los falsificadores que han
ensombrecido con sus prácticas dolosas la filatelia, está jalonada de nombres:
Sperati, Fournier, los hermanos Spiro, Martinegli y Oneglia por mencionar tan
solo unos cuantos.
Hubo sin embargo en Barcelona, en la última
década del siglo pasado, un falsificador cuya labor asume ribetes de ópera
cómica. Se trata de Miguel Seguí Solivellas, un testarudo mallorquino empecinado en
demostrar que podía hacer una falsificación perfecta.
Veamos su historia.
Miguel Seguí regentaba a finales del siglo
pasado, lo que en aquella época era el más aristocrático de los cafés de Barcelona.
Se trataba del “Lyón d ´Or”. Por la categoría del lugar, el sitio era el centro
de reunión de lo más granado de la sociedad barcelonesa y de la alta bohemia
internacional.
Para esa época estaba establecido en Barcelona
Ramón Sendra, quien llegó a ser uno de los
comerciantes de sellos más conocidos de la ciudad. Después de cerrar su
negocio, Sendra se sentaba a una mesa en el Lyon d ´Or donde no tardaba en unírsele un grupo de
coleccionistas atraídos por su jovialidad
y fácil palabras.
Seguí, quien era poseedor de una vasta
cultura, departía con sus clientes y no tardó en unirse a las peñas filatélicas
de Sendra, en las cuales se inició
en los intríngulis del coleccionismo de sellos, aunque no llegaba a
entender claramente las razones por las cuales había personas que llegaban a
pagar altas sumas por piezas y llegó a insinuar que podían hacerse sellos exactamente iguales a los originales, los
cuales podrían venderse a buen precio y nadie los distinguiría .
Aquel planteamiento atrevido, externado entre aquella pléyade de
filatelista distinguidos, sonaba a herejía. Se le indica que no se había
logrado, ni se lograría jamás, una imitación perfecta, pues aún las
reimpresiones hechas con las mismas plancha, en la misma imprenta, con las
mismas tintas y por los mismo técnicos podían distinguirse de los originales .
Un día Seguí lanzó el reto: Imitaría cualquier
sello y se embolsaría el dinero sin que los expertos lograran descubrirlo .
Sus amigos
lo tomaron a broma pero luego, al ver la firmeza de sus propósito,
trataron de disuadirlo, pero Seguí continuaba
obstinado .
Trató de contratar grabadores e impresiones
para que le ayudara en su empeño; al no conseguirlo, montó en su hogar (Seguí era
hombre de amplios recursos económicos) un taller de grabado e impresión.
Durante cuatro años hizo múltiples ensayos al final de los cuales salieron los
primeros sellos. Encargó a un amigo para que fuera a ofrecerlos secretamente a
un experto. Este no tardó en calificarlos al primer vistazo como falso.
Durante
muchos años ,seguí continuó
haciendo experimentos pero cada nueva hornada de sellos era un nuevo
fracaso; sin embargo, en su testarudez no se daba por vencido y continuaba fijo
en su empeño que era producir una imitación que no pudiera ser reconocida como
tal. Continuó empecinado en esto hasta su muerte .
Lo notorio de Seguí fue que, a diferencia de
los demás falsificadores, no le movían intereses mercuriales. Ya hemos dicho que
era hombre adinerado; jamás trató de hacer pasar sus sellos como legítimos y lo vendía como facsímiles .
Sus falsificaciones cubren fundamentalmente
los primeros 34 sellos emitidos por España entre 1850 y 1854 y luego las
emisiones subsiguiente hasta 1874 y las emisiones de cuba, Filipinas y Fernando
Poo.
A la muerte de Seguí, su “stock” fue vendido
siendo gran parte de sus sellos recogidos por J. Majó Tocabens , quien logró
reunir de 20 de los sellos de Seguí y los montó en hojitas que aparecen como un suplemento de su obra
“Postas y Filatelia en la Barcelona de XIX”.