lunes, 16 de febrero de 2009

LOS SELLOS REPARADOS EN LAS COLECCIONES

“Los sellos dañados, que están rotos o mutilados o que tienen adelgazamientos no deben formar parte de las colecciones avanzadas y rara vez valen más de una pequeña fracción del valor de los sellos en buenas condiciones.”
Catálogo Scott

“Un sello que está dañado prácticamente no vale nada, a menos que tenga un alto valor de catálogo, en cuyo caso, retiene una pequeña fracción de su valor, dependiendo de la gravedad del daño.”
Prescott Thorp en How to Build a Stamp Collection

Desde que empezamos a coleccionar se nos ha dicho que los sellos dañados no valen nada y deben descartarse sin contemplaciones. El catálogo Scott y Thorp, sin embargo, coinciden en que los mismos pueden retener una pequeña fracción de su precio dependiendo del valor de catálogo de la pieza y de la gravedad del daño. Todo eso está bien, pero, ¿que pasa si el sello es reparado?, ¿qué lugar deben ocupar esos sellos en nuestras colecciones? El algún lugar leímos que el valor de un sello reparado era el valor del sello antes de ser reparado más lo que pagamos por la reparación.

Recientemente leímos un interesante trabajo de D. José María Sempere, titulado “Lo ‘Clásico’ del Clásico Español” publicado en el número 109 de la revista Atalaya Filatélica publicada por la Sociedad Filatélica Sevillana. Sempere es uno de los filatelistas de más renombre en España y miembro además de la Academia Hispánica de Filatelia.

En ese artículo, Sempere muestra la cara y el envés de un sello de Württemberg “antes y después de su restauración”. El sello mostrado es un ejemplar usado. Luego añade que “El ejemplar defectuoso hace daño a la vista en el seno de una bonita colección. Una vez restaurado sirve para tapar el hueco hasta que se pueda lograr un ejemplar de más calidad.” Como vemos, el autor no le da su bendición, pero no lo excomulga.

En el artículo de Sempere no se identifica cual fue sello el reparado, pero la figura muestra un sello de 6 kreuzer y de acuerdo al catálogo Scott, entre 1857
y 1863 se emitieron en Württemberg seis sellos de ese valor que se diferencian unos de otros en la impresión, en el papel, en el color y en las perforaciones; por tanto, como el autor no lo identifica, el sello reparado pudo ser cualquiera de los seis.

Lo que si está claro es que ninguno de los seis, usado, es un sello valioso (en cambio, un ejemplar nuevo del 1859 vale $9,500). No tenemos un catálogo reciente pero el más caro de los usados valía en 1998 apenas $135 dólares; por tanto, el sello reparado que se muestra en el artículo es un ejemplar relativamente barato.

El tema de los sellos reparados nos trae a la memoria un episodio que sucedió entre finales del siglo XIX y principios del Siglo XX. Por esos años operaba en París Samuel Singer, considerado por muchos como uno de los más hábiles reparadores de sellos. Entre sus clientes estaban muchos comerciantes y coleccionistas. Cuando a principios del siglo XX la vista le comenzó a fallar y se redujo por ende la calidad de las reparaciones que podía hacer, (y esta es la historia que se ha contado), Singer comenzó a escribirle a sus clientes chantajeándoles. En sus misivas les exigía dinero, o de lo contrario los amenazaba con publicar las cartas que había recibido de ellos solicitando sus servicios.

Uno de los que recibió una de esas cartas fue Charles J. Phillips, por esos años propietario de la Stanley Gibbons. Éste reaccionó airadamente denunciando a Singer en la edición de octubre de 1904 del Stanley Gibbons Monthly Journal. En la revista le calificaba como un hombre que “tiene una reputación que no puede considerarse de primera clase” y le llamaba un “chantajista”. En su denuncia señalaba que a solicitud de algunos de sus clientes, le había pedido a Singer que le reparara “quizás unos 22 sellos” y que todos ellos habían sido marcados claramente como reparados.

A pesar de la denuncia de Phillips y de su renombre al más alto nivel dentro del comercio filatélico, cuando Singer publicó en 1908 su pequeño folleto The People with the Calumny, éste no quedó muy bien parado pues en la publicación aparecen reproducidas 22 cartas de Phillips solicitándole la reparación de más de 150 sellos con un valor por encima de los $10,000 dólares. Las cartas cubrían un período de apenas tres años y Singer alegaba
que estas eran apenas una muestra de las centenares que él había recibido de Phillips a lo largo del período que duraron sus relaciones. O sea que no eran, de acuerdo a la versión de Singer, los “quizás unos 22 sellos” que decía Phillips.

Otra gran figura de la reparación de sellos de principios del siglo XX fue Francois Fournier. En la revista donde anunciaba sus facsímiles señalaba además: “Si usted insiste en el artículo genuino, nosotros reconstruimos a bajo costo cualquier copia dañada en forma tal que desafía absolutamente su detección. El comerciante promedio de todos modos, le venderá desvergonzadamente dicha copia restaurada.”

A estas alturas, nos es imposible saber cuan perfectas eran las reparaciones hechas por Singer y Fournier, pero independientemente de su calidad nos preguntamos: ¿Donde están actualmente todos esos sellos expertamente reparados por Singer y Fournier? Es evidente que pocos han sido destruidos o marcados como reparados y deben estar formando parte de colecciones.

El tema de los sellos reparados siempre va a ser algo delicado. Cada día las piezas clásicas se hacen más escasas y crece el número de coleccionistas que participan en exposiciones donde los jurados toman en cuenta si la colección incluye las piezas claves y la condición de las mismas.

En las exposiciones, aunque no está vedado mostrar sellos reparados, el jurado espera que si alguna estampilla lo está, se indique. Si se incluyen varios sellos indicándose que están reparados, lo más probable es que se penalice la colección; de ahí que pocos se arriesgarán.

En general, para detectar que un sello han sido reparado, a menos que la reparación sea muy burda, se requieren los servicios de un experto que, en la comodidad de su oficina, usando toda una parafernalia que puede incluir un microscopio binocular, lámpara de luz ultravioleta y una colección de referencia, es quien logra detectar las alteraciones. Por tanto, a nivel de exposiciones, es prácticamente imposible para un jurado, que en dos o tres días debe evaluar centenares de marcos conteniendo miles de sellos, muchas veces en condiciones de iluminación muy por debajo de las ideales, detectar una reparación tan hábilmente hecha como la mostrada en el artículo de Sempere y que aquí reproducimos.

En los Estados Unidos, aunque la actividad no es ilegal, la prensa filatélica se ha unido y ha hecho un pacto de no aceptar anuncios ofertando reparar o re-engomar sellos; en muchos países de Europa, en Alemania por ejemplo, no se considera antiético promover el servicio y se publican anuncios ofreciéndolo.

En los países de habla inglesa llaman a los sellos valiosos en malas condiciones, que los coleccionistas colocan en sus álbumes a la espera de conseguir un ejemplar en mejores condiciones, un “space filler”. ¿Deben estos sellos tan expertamente reparados que para detectarlos se requieren los servicios de un experto, ser llamados “space fillers”? Es posible que muchos de ellos encuentren allí su residencia permanente y pasen desapercibidos para más de un jurado.

domingo, 1 de febrero de 2009

¿CUANTO VALE UN "SPACE FILLER"

Antes que nada, ¿que es un "space filler"?
Tratando de definirlo en pocas palabras, un space filler es un sello, por lo general valioso cuando está en buenas condiciones, que ponemos en nuestro álbum para no tener el espacio vacío. El espacio puede estar vacío por dos razones:
a) El sello en buenas condiciones es muy valioso y está fuera de nuestras posibilidades económicas.
b) El sello aunque no es excepcionalmente valioso, no se encuentra.
En ambos casos, si encontramos un space filler podemos decidirnos a colocarlo en nuestro álbum hasta tanto estemos en condiciones de comprar un ejemplar en mejores condiciones o simplemente hasta que encontremos un ejemplar en mejores condiciones.
En el último cuarto del siglo XIX, el coleccionismo de sellos irrumpió como pasatiempo de masas con el ímpetu de una locomotora desbocada. Para la mayoría de los coleccionistas, tener en sus álbumes un espacio vacío era casi un baldón. El problema era que para ese tiempo, muchos de los sellos que hoy son valiosos, eran ya muy escasos. Frente a esa situación, caballeros de industria como los Hnos. Spiro y George Zechmeyer se dedicaron a fabricar facsímiles de esos ejemplares que en general no eran vendidos como legítimos sino con el propósito de llenar los espacios vacíos de la legión de nuevos coleccionistas.
El tema de los facsímiles alcanzó su máxima expresión con Francois Fournier, un maestro de la falsificación de sellos nacido en Suiza. Fournier reparaba sellos legítimos, hacía facsímiles de sellos baratos y falsificaba piezas valiosas.
En uno de los anuncios que aparecían en la revista Fac-Simile mostraba un mendigo y el siguiente texto:
"Por qué este hombre ha quedado tan pobre como para pedir limosna? Porque gastó todo su dinero en los llamados sellos genuinos de los cuales él había oído que eran la mejor y más rentable inversión. Pero cuando él quiso vender su colección, se encontró que contenía muchas cancelaciones de favor, sellos falsos, etc."
"Si él hubiera gastado solo un poco de dinero en algunos facsímiles, entonces hubiera tenido una colección más hermosa y barata, con más rarezas. En vez de ser un pordiosero, él tendría su dinero en el banco y hubiera podido tomar su café diariamente en el café Bauer en Under den Linden, y al mismo tiempo admirar diariamente su colección de facsímiles comprados donde F. Fournier, Ginebra."
Hoy día, pocos coleccionistas colocan a sabiendas un facsímil o un sello falso en su colección pero en la actualidad, al igual que hace 125 años, nadie quiere tener un espacio vacío en la colección; de ahí que para muchos, el "space filler" puede ser la solución.
Pero, ¿cuanto pagar por un "space filler"?
Cuando hablamos de space filler nos encontramos con dos grupos:
a) El primero está constituido por sellos valiosos pero abundantes. Este podría ser el caso de los sellos Scott # 1 y # 2 de los Estados Unidos. Su valor de catálogo está en $550 para el # 1 y $1,350 para el # 2. No son sumas que espanten pero están fuera del alcance de muchos coleccionistas. Sin embargo, con un poco de paciencia se pueden encontrar space filler de estos sellos a precios por debajo de los $100 dólares. Por tanto, si un coleccionista no tiene los casi $2 mil dólares que le costarían ejemplares en buenas condiciones un par de space filler podrían ser la solución.
b) El segundo grupo está constituido por sellos extremadamnete escasos en cualquier condición como es el caso de los Scott # 6, 8 y 18 de la Rep. Dominicana. El valor de estos sellos (ejemplares usados) es de $2,000, $13,000 y $5,500. Lo más probable es que si usted encuentra un space filler de caulquiera de estos tres sellos deba pagar más de un 25% de su valor de catálogo.
Sin embargo, volviendo a la pregunta que dio título a esta columna de que ¿cuanto vale un space filler?, yo diría que un precio realista sería un 5% y no deberíamos pagar más de un 10% de su valor de catálogo.