sábado, 22 de agosto de 2015

El Túnel del tiempo de la Filatelia: El Catálogo. Parte II

La Filatelia al Día
3 De julio de 1982: No 123
Por Danilo A. Mueses.
El Catálogo
Parte (II)

Desde la publicación de los primeros catálogos se vio claramente que únicamente aquellos vinculados a casas de ventas de sellos podrían sobrevivir.

Realmente las primeras emisiones de lo que luego serían dos de los más famosos catálogos fueron simples listas de precios. Así en noviembre de 1865 apareció en Plymouth, Inglaterra  una lista de precios de la hoy universalmente reconocida casa Stanley Gibbons. Esa lista de precios luego evolucionó en su catálogo que es hoy en día el más ampliamente usado en Inglaterra y todo lo que es el Commonwealth.

El catálogo se ha venido publicando ininterrumpidamente desde entonces.

En 1867, o sea dos años más tarde. John Scott, un inglés que había llegado a los Estados Unidos, desharrapado y con su álbum de sellos como único tesoro, publicó su primera lista de precios. Por entonces, Scott publicaba su lista mensualmente y aunque la casa ha pasado por diferentes manos, aquella hoja sencilla ha evolucionado en un catálogo en cinco volúmenes y va por su edición número 138.

El catálogo tal como señalábamos al principio, constituye una herramienta invaluable para el coleccionista pues le presenta una lista ordenada de los sellos emitidos por un país dispuesto cronológicamente.

Un catálogo es una mina de información pues indica entre otras cosas: de cuánto valores consta la emisión, tipo de papel en que el sello fue impreso, perforación, fecha de emisión, filigrana, tipo de impresión, color y precios (nuevo y usado).

Uno de los grandes usos que tiene el catálogo es canje o comercio. Una vez que ambas partes  han seleccionado un catálogo ya por distantes que vivan y diferente que sea su idioma, hablan el lenguaje común.

Así por ejemplo cuando un coleccionista dominicano le dice a un romano que está interesado en el Scott Nº 189 de su país, el colega abre su catálogo e inmediatamente sabe que sello que a su amigo le interesa fue el de 10 bani carmín y negro emitido en 1906 y que lleva en la viñeta al Rey Carlos I.

Otros de los usos del catálogo es en el comercio.
¿Cuánto vale un sello? Evidentemente que sin la ayuda del catálogo y especialmente en el caso de ejemplares comunes (digamos aquellos con valor menor de $100 que constituyen el 99 por ciento de los sellos) nos sería imposible saberlo.

Muchos filatelistas con un sentido claro de la escasez o abundancia de cada pieza, especialmente de las de su país, han hecho fuertes críticas de ciertas cotizaciones que dan los catálogos. Hay que reconocer que muchos precios no están regidos por las leyes de la oferta y la demanda pero, aún en los casos en que la persona venda por encima del valor de catálogo o conceda descuentos en relación a sus precios, el catálogo sigue normando las operaciones comerciales.

Todo va evolucionando y ya el catálogo entró en la era de las computadoras. La casa de Stanley Gibbons acaba de lanzar su primer catálogo donde la posición tipográfica se hizo mediante computadoras. Sin embargo, las cosas no pararon ahí ya que una casa  en California está ofreciendo un servicio por computador que dará, a cualquiera que lo solicite, la última cotización de cualquier pieza valiosa que usted esté interesado en adquirir mediante subasta. El servicio  está disponible por suscriptores mediante una cuota modesta.

Sin embargo, el coleccionista medio seguirá recurriendo al catálogo clásico que responde la mayoría de las preguntas que nos surgen. Un escritor filatélico a cargo de la sección de preguntas y respuestas de una de las más grandes publicaciones filatélicas de los Estados Unidos decía que el 90 por ciento de las preguntas que a él le hacía estaban en el catálogo. Para muchos, es más fácil escribirle una carta, que tomarse la molestia de consultar el catálogo.


Los antiguos catálogos Scott tenían debajo de su nombre como subtítulo “La Enciclopedia de la Filatelia”. Puedo asegurarles que es cierto.

miércoles, 12 de agosto de 2015

El Túnel del Tiempo de la Fillatelia: El Catálogo

La Filatelia al Día
26 de junio de 1982: No 122
Por Danilo A. Mueses

No sería aconsejable que un coleccionista de escasos recursos económicos y que recién se inicia en el coleccionismo de sellos, se embarque en la compra de un catálogo de sellos. Sin embargo, dados los primeros pasos y si ya está firme en su decisión de continuar en estos afanes, lo aconsejable sería que su siguiente paso fuera adquirir un catálogo.

El catálogo es el alma del coleccionista. Es norte y guía y sin él, una vez recogida la etapa inicial, es poco lo que se puede hacer. Alguien señaló que coleccionar sin un catálogo era como navegar sin brújula: si usted se aleja de la costa está perdido.

Desde los primeros tiempos, los coleccionista sintieron la necesidad de una guía que les indicara cuántos sellos existían, que valores y cuáles sellos se tenían y cuáles faltaban en la colección.
El primer intento de preparar una lista de todos los sellos del mundo se debe a un comerciante y coleccionista de sellos con su nombre que se las trae pues se llamaba Francois George Oscar Berger-Levraul y quien en 1861 preparó una lista con todo los sellos que él conocía y le llamó simplemente Timbres-Poste o sea Sellos Postales. Berger vivía en Estrasburgo ciudad que aunque hoy en día está en Francia, estuvo hasta 1918 en lo que en ese entonces era territorio alemán.

La lista de Berger tuvo poca difusión puesto que él sólo la distribuyó entre sus amigos y corresponsales (era casi una mancolista). En base al trabajo de Berger un funcionario Francés de nombre Alfred Potiquet preparó conjuntamente con sus amigos una lista más amplia que fue publicada en diciembre de 1861 y constituye el primer catálogo impreso del mundo

En el año subsiguiente surgió entre los coleccionistas una fiebre de catálogos por toda Francia, en Bélgica, Moens publicó su Manual del Coleccionista de Sellos en enero de 1862, en Inglaterra F. W Booty publicó en abril de 1862 el primer catálogo inglés y en 1863, A. C. Kline, un norteamericano publicó el primer catálogo de los E.U.

La mayoría de esas publicaciones tuvieron corta vida ya que sus editores no pudieron mantenerse al tanto de las nuevas emisiones de sellos que cada día se hacían más numerosas.


Los primeros catálogos eran simples listas de sellos y en ellos no se indicaban los valores de las piezas, pero en 1863 Arthur Maury produjo el primer catálogo donde los aparecen con los precios. Otro de  los pioneros fue el doctor J. E. Gray cuyo catálogo se comenzó a publicar en 1862 y siguió publicándose hasta 1875 alcanzando 6 ediciones.