La Filatelia
al Día
3 De julio de 1982: No 123
Por Danilo A. Mueses.
El Catálogo
Parte (II)
Desde la publicación de los primeros catálogos
se vio claramente que únicamente aquellos vinculados a casas de ventas de
sellos podrían sobrevivir.
Realmente las primeras emisiones de lo que
luego serían dos de los más famosos catálogos fueron simples listas de precios.
Así en noviembre de 1865 apareció en Plymouth, Inglaterra una lista de precios de la hoy universalmente
reconocida casa Stanley Gibbons. Esa lista de precios luego evolucionó en su
catálogo que es hoy en día el más ampliamente usado en Inglaterra y todo lo que
es el Commonwealth.
El catálogo se ha venido publicando
ininterrumpidamente desde entonces.
En 1867, o sea dos años más tarde. John Scott, un inglés que había llegado a los Estados Unidos, desharrapado y con su
álbum de sellos como único tesoro, publicó su primera lista de precios. Por
entonces, Scott publicaba su lista mensualmente y aunque la casa ha pasado por
diferentes manos, aquella hoja sencilla ha evolucionado en un catálogo en cinco
volúmenes y va por su edición número 138.
El catálogo tal como señalábamos al principio,
constituye una herramienta invaluable para el coleccionista pues le presenta
una lista ordenada de los sellos emitidos por un país dispuesto
cronológicamente.
Un catálogo es una mina de información pues
indica entre otras cosas: de cuánto valores consta la emisión, tipo de papel en
que el sello fue impreso, perforación, fecha de emisión, filigrana, tipo de
impresión, color y precios (nuevo y usado).
Uno de los grandes usos que tiene el catálogo
es canje o comercio. Una vez que ambas partes
han seleccionado un catálogo ya por distantes que vivan y diferente que
sea su idioma, hablan el lenguaje común.
Así por ejemplo cuando un coleccionista
dominicano le dice a un romano que está interesado en el Scott Nº 189 de su
país, el colega abre su catálogo e inmediatamente sabe que sello que a su amigo
le interesa fue el de 10 bani carmín y negro emitido en 1906 y que lleva en la
viñeta al Rey Carlos I.
Otros de los usos del catálogo es en el
comercio.
¿Cuánto vale un sello? Evidentemente que sin
la ayuda del catálogo y especialmente en el caso de ejemplares comunes (digamos
aquellos con valor menor de $100 que constituyen el 99 por ciento de los
sellos) nos sería imposible saberlo.
Muchos filatelistas con un sentido claro de la
escasez o abundancia de cada pieza, especialmente de las de su país, han hecho
fuertes críticas de ciertas cotizaciones que dan los catálogos. Hay que
reconocer que muchos precios no están regidos por las leyes de la oferta y la
demanda pero, aún en los casos en que la persona venda por encima del valor de
catálogo o conceda descuentos en relación a sus precios, el catálogo sigue
normando las operaciones comerciales.
Todo va evolucionando y ya el catálogo entró
en la era de las computadoras. La casa de Stanley Gibbons acaba de lanzar su primer
catálogo donde la posición tipográfica se hizo mediante computadoras. Sin
embargo, las cosas no pararon ahí ya que una casa en California está ofreciendo un servicio por
computador que dará, a cualquiera que lo solicite, la última cotización de
cualquier pieza valiosa que usted esté interesado en adquirir mediante subasta.
El servicio está disponible por
suscriptores mediante una cuota modesta.
Sin embargo, el coleccionista medio seguirá
recurriendo al catálogo clásico que responde la mayoría de las preguntas que
nos surgen. Un escritor filatélico a cargo de la sección de preguntas y
respuestas de una de las más grandes publicaciones filatélicas de los Estados
Unidos decía que el 90 por ciento de las preguntas que a él le hacía estaban en
el catálogo. Para muchos, es más fácil escribirle una carta, que tomarse la
molestia de consultar el catálogo.
Los antiguos catálogos Scott tenían debajo de
su nombre como subtítulo “La Enciclopedia de la Filatelia”. Puedo asegurarles
que es cierto.