Las
falsificaciones de sellos para defraudar a los coleccionistas nacieron casi
simultáneamente con la afición. Cuando se habla de falsificaciones de sellos,
hay dos nombres que brillan en el firmamento como Venus en su perihelio:
Sperati y Fournier. La característica de los falsos de Sperati es la calidad;
la de las de Fournier es la cantidad. Aunque las falsificaciones de Fournier no
alcanzaron ni la calidad ni la fama de las de Sperati sus productos fueron tan
abundantes que pocas colecciones de sellos baratos están libres de ellas.
Mientras las
falsificaciones de Sperati son piezas de colección, llegando muchas de ellas a
valer más que los originales, las de Fournier se suelen colar por la puerta de
atrás pasando desapercibidas. Tómese por ejemplo las falsificaciones que hizo
de los sellos del mapita de nuestro país (Scott # 111/119). Aunque no podríamos
decir que pueda engañar a un coleccionista medianamente familiarizado con las
características de los sellos legítimos, no son en modo alguno, trabajos
burdos.
Una de las
características de Fournier que nos llaman la atención es su desfachatez. En
uno de los números de la revista Le Fac-Simile que publicaba, muestra un
dibujo de un mendigo con el siguiente comentario:
“¿Por qué este hombre ha quedado tan pobre como para pedir limosna?
Porque gastó todo su dinero en los llamados ‘sellos genuinos’ de los cuales él
había oído que eran la mejor y más rentable inversión. Pero cuando él quiso
vender su colección, se encontró que contenía muchas cancelaciones de favor,
sellos falsos, etc.”
“Si él hubiera gastado solo un poco de dinero en algunos facsímiles,
entonces hubiera tenido una colección más hermosa y barata, con más rarezas. En
vez de ser un pordiosero, él tendría su dinero en el banco y hubiera podido
tomar su café diariamente en el café Bauer en Under den Linden, y al mismo
tiempo admirar diariamente su colección de facsímiles comprados donde F.
Fournier, Ginebra.”
En otro de sus
avisos decía: “Solo los tontos pagan más del 10% del valor de catálogo por
cualquier sello. Facsímiles auténticos, frecuentemente en mejor estado que los
originales que ofrece el comercio, pueden conseguirse por unos cuantos francos.
Si usted insiste en el artículo genuino, nosotros reconstruimos a bajo costo
cualquier copia dañada en forma tal que desafía absolutamente su detección. El
comerciante promedio de todos modos le venderá desvergonzadamente dicha copia
restaurada. Compre directamente de nosotros y ahórrese su dinero duramente
ganado. Ciertamente nadie va a notar la diferencia”.
Después de leer
este último aviso, uno se pregunta cual sería en realidad el nivel de las
restauraciones que hacía Fournier y hasta que punto era cierta su aseveración
de las mismas “desafiaban absolutamente su detección”. Aunque tenemos las
falsificaciones que hizo Fournier de los sellos de nuestro país, no conocemos
ningún sello reparado que se sepa que el trabajo fue hecho por Fournier. Por
tanto no sabemos hasta que punto sea rigurosamente cierto aquello de que sus
reconstrucciones “desafiaban absolutamente su detección”.
Francois Fournier nació en Croix de Rozon,
un distrito de Suiza, el 24 de abril de 1846. Se hizo ciudadano francés y
sirvió como soldado en la guerra franco-prusiana, pero a principios del siglo
XX retornó a su país natal y fue allí donde montó su taller de falsificaciones
y desde donde hacía sus negocios.
En Suiza no era
ilegal falsificar sellos si usted los declaraba como tales. Fournier los
denominaba “facsímiles” y los registró con su marca de fábrica. La oficina de
patentes de Berna le otorgó la patente 16,062.
Fournier murió
el 12 de julio de 1917. Su stock quedó en manos de Charles quien murió en 1927.
La Unión Filatélica de Ginebra le compró todo el stock consistente en más de 800
libras de sellos falsos a la viuda de Hirschburger
y con ellos preparó 480 álbumes que vendía a los coleccionistas a $25 como
material de referencia. Los sellos en esos álbumes llevan al frente la palabra
“FAUX” (falso) y en la parte posterior “FAC-SIMILE”. Los sobrantes fueron incinerados.
Le compró también el equipo usado por Fournier para falsificar los sellos el
cual donó al Museo de Historia de Ginebra.
Los pocos
álbumes con los falsos de Fournier que se conservan completos se venden hoy día
en cientos de dólares.
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