jueves, 14 de noviembre de 2013

LAS FALSIFICACIONES DE SEGUI

La Filatelia al Día
25 De Julio  de 1981 .No.75
Por Danilo A.Mueses

LAS FALSIFICACIONES DE SEGUI

La crónica negra de los falsificadores que han ensombrecido con sus prácticas dolosas la filatelia, está jalonada de nombres: Sperati, Fournier, los hermanos Spiro, Martinegli y Oneglia por mencionar tan solo unos cuantos.

Hubo sin embargo en Barcelona, en la última década del siglo pasado, un falsificador cuya labor asume ribetes de ópera cómica. Se trata de Miguel Seguí Solivellas, un testarudo mallorquino empecinado en demostrar que podía hacer una falsificación perfecta.

Veamos su historia.
Miguel Seguí regentaba a finales del siglo pasado, lo que en aquella época era el más aristocrático de los cafés de Barcelona. Se trataba del “Lyón d ´Or”. Por la categoría del lugar, el sitio era el centro de reunión de lo más granado de la sociedad barcelonesa y de la alta bohemia internacional.

Para esa época estaba establecido en Barcelona Ramón Sendra, quien llegó a ser uno de los  comerciantes de sellos más conocidos de la ciudad. Después de cerrar su negocio, Sendra se sentaba a una mesa en el Lyon d ´Or  donde no tardaba en unírsele un grupo de coleccionistas  atraídos por su jovialidad y fácil palabras.

Seguí, quien era poseedor de una vasta cultura, departía con sus clientes y no tardó en unirse a las peñas filatélicas de Sendra, en las  cuales  se inició  en los intríngulis del coleccionismo de sellos, aunque no llegaba a entender claramente las razones por las cuales había personas que llegaban a pagar altas sumas por piezas y llegó a insinuar que podían hacerse sellos  exactamente iguales a los originales, los cuales podrían venderse a buen precio y nadie los distinguiría .

Aquel planteamiento  atrevido, externado entre aquella pléyade de filatelista distinguidos, sonaba a herejía. Se le indica que no se había logrado, ni se lograría jamás, una imitación perfecta, pues aún las reimpresiones hechas con las mismas plancha, en la misma imprenta, con las mismas tintas y por los mismo técnicos podían distinguirse de los originales .

Un día Seguí lanzó el reto: Imitaría cualquier sello y se embolsaría el dinero sin que los expertos lograran descubrirlo .

Sus amigos  lo tomaron a broma pero luego, al ver la firmeza de sus propósito, trataron de disuadirlo, pero Seguí  continuaba obstinado .

Trató de contratar grabadores e impresiones para que le ayudara en su empeño; al no conseguirlo, montó en su hogar (Seguí era hombre de amplios recursos económicos) un taller de grabado e impresión. Durante cuatro años hizo múltiples ensayos al final de los cuales salieron los primeros sellos. Encargó a un amigo para que fuera a ofrecerlos secretamente a un experto. Este no tardó en calificarlos al primer vistazo como falso.

Durante  muchos  años ,seguí  continuó  haciendo experimentos pero cada nueva hornada de sellos era un nuevo fracaso; sin embargo, en su testarudez no se daba por vencido y continuaba fijo en su empeño que era producir una imitación que no pudiera ser reconocida como tal. Continuó empecinado en esto hasta su muerte .

Lo notorio de Seguí fue que, a diferencia de los demás falsificadores, no le movían intereses mercuriales. Ya hemos dicho que era hombre adinerado; jamás trató de hacer pasar sus sellos  como legítimos y lo vendía como facsímiles .
Sus falsificaciones cubren fundamentalmente los primeros 34 sellos emitidos por España entre 1850 y 1854 y luego las emisiones subsiguiente hasta 1874 y las emisiones de cuba, Filipinas y Fernando Poo.


A la muerte de Seguí, su “stock” fue vendido siendo gran parte de sus sellos recogidos por J. Majó Tocabens , quien logró reunir de 20 de los sellos de Seguí y los montó en hojitas que  aparecen como un suplemento de su obra “Postas y Filatelia en la Barcelona de XIX”.

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