La Filatelia al Día
26 de junio de 1982: No 122
Por Danilo A. Mueses
No sería aconsejable que un coleccionista de
escasos recursos económicos y que recién se inicia en el coleccionismo de
sellos, se embarque en la compra de un catálogo de sellos. Sin embargo, dados
los primeros pasos y si ya está firme en su decisión de continuar en estos
afanes, lo aconsejable sería que su siguiente paso fuera adquirir un catálogo.
El catálogo es el alma del coleccionista. Es
norte y guía y sin él, una vez recogida la etapa inicial, es poco lo que se
puede hacer. Alguien señaló que coleccionar sin un catálogo era como navegar
sin brújula: si usted se aleja de la costa está perdido.
Desde los primeros tiempos, los coleccionista
sintieron la necesidad de una guía que les indicara cuántos sellos existían,
que valores y cuáles sellos se tenían y cuáles faltaban en la colección.
El primer intento de preparar una lista de
todos los sellos del mundo se debe a un comerciante y coleccionista de sellos
con su nombre que se las trae pues se llamaba Francois George Oscar
Berger-Levraul y quien en 1861 preparó una lista con todo los sellos que él
conocía y le llamó simplemente Timbres-Poste o sea Sellos Postales. Berger
vivía en Estrasburgo ciudad que aunque hoy en día está en Francia, estuvo hasta
1918 en lo que en ese entonces era territorio alemán.
La lista de Berger tuvo poca difusión puesto
que él sólo la distribuyó entre sus amigos y corresponsales (era casi una
mancolista). En base al trabajo de Berger un funcionario Francés de nombre
Alfred Potiquet preparó conjuntamente con sus amigos una lista más amplia que
fue publicada en diciembre de 1861 y constituye el primer catálogo impreso del
mundo
En el año subsiguiente surgió entre los
coleccionistas una fiebre de catálogos por toda Francia, en Bélgica, Moens
publicó su Manual del Coleccionista de Sellos en enero de 1862, en Inglaterra
F. W Booty publicó en abril de 1862 el primer catálogo inglés y en 1863, A. C.
Kline, un norteamericano publicó el primer catálogo de los E.U.
La mayoría de esas publicaciones tuvieron
corta vida ya que sus editores no pudieron mantenerse al tanto de las nuevas
emisiones de sellos que cada día se hacían más numerosas.
Los primeros catálogos eran simples listas de
sellos y en ellos no se indicaban los valores de las piezas, pero en 1863
Arthur Maury produjo el primer catálogo donde los aparecen con los precios.
Otro de los pioneros fue el doctor J. E.
Gray cuyo catálogo se comenzó a publicar en 1862 y siguió publicándose hasta
1875 alcanzando 6 ediciones.
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