La Filatelia al Día (#152)
El Caribe, 12 de Enero de 1983
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La semana pasada les conversábamos del escándalo que se
produjo en Estados Unidos cuando se supo que un funcionario había regalado a
Roosevelt material propiedad del estado. Sin embargo no fue únicamente en Estados
Unidos donde personas sin escrúpulos quisieron congraciarse con el presidente
Roosevelt obsequiándole pruebas. Veamos otro caso.
Al subastarse la colección de Roosevelt, los lotes 687 al
691; 703, 717, 722 y 723 correspondían a una serie de ensayo y prueba de
Republica Dominicana que le habían sido obsequiadas por el presidente Rafael Leónidas
Trujillo, Estos ensayos procedían de los archivos del correo de nuestro país y
algunos de ellos fueron subastados por coleccionista dominicanos.
Tratándose de un gobierno dictatorial como era el de
Trujillo, no había quien pudiera poner en entredicho su autoridad para
obsequiar ese material.
El asunto con relación a los ensayos y pruebas es que a
menos que el gobierno decida instalar un museo postal, ese material, penoso es
decirlo, cumple una función mayor en manos de coleccionistas que teniéndolo el
gobierno. Esto sin embargo choca, como señalábamos al principio, que no se ha
inventado un mecanismo que permita a los gobiernos desprenderse de ese material
sin que la operación dé origen a practicas de dudosa honestidad.
Hace algunos decenios en los Estados Unidos se comprobó que
había desaparecido un fajo de dibujos y pruebas. Se comenzó una investigación y comenzó a seguírsele la
pista de un funcionario a otro. Cada uno tenía un recibo de su antecesor. Por fin
la investigación llego a un fulano que no pudo explicar la desaparición de ese
material y se sospechó que era el quien o había vendido. Este sin embargo insistía
en que no recordaba lo que había hecho con los dibujos y pruebas.
Cuando los investigadores lo tenían acorralado, se hizo una
luz en su memoria y lo recordó todo… ¿Cómo lo iban a encontrar si había sido
colocados en la zapata del nuevo edificio de correos de Washington, cuando se
colocó la primera piedra?
Aunque la explicación como es de sospechar, no fue muy
convincente no se podía derribar el edificio para comprobar la veracidad de su
aspecto, Esta historia no es en modo alguno única, Alvin F. Harlow es su
entretenido libro: “Entretelones de la filatelia”, nos relata el caso de un
funcionario de correo que cada vez que era visitado por algún amigo deseoso de
ver tal o cual bosquejo de sello, mandaba a buscar el material y después de
algún tiempo, aprovechando una de las pausas que siempre se producen en la conversaciones,
hacía girar su sillón hacia la ventana y exclamaba: “Que hermoso día, ¿Verdad?,
cuando se daba la vuelta de nuevo hacia su interlocutor, el bosquejo había
desaparecido y ninguno de los dos se acordaba de él.
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