El Caribe 22 de
Octubre del 1983
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La Filatelia al
Dia
Danilo Mueses
En Inglaterra se
suelen llamar “Primitivos” a los primeros sellos emitidos en muchos países antes
de 1860, que por la crudeza de los métodos de grabado y de impresión usados,
remedan el arte primitivo característico del hombre asomando apenas del umbral
de las cavernas.
Ejemplo clásico
de “primitivos” fueron los sellos emitidos por Bermuda entre 1848 y 1862 cuya
historia ya clásica nos servirá de tema a esta y la próxima semana.
El archipiélago de
Bermudas (o Bermuda por su nombre en inglés) está integrado por 360 islas
localizadas en el Atlántico en la latitud 32° 20’ N y 64° 21’ longitud O. Están
a unos 935 kilómetros al este de cabo Háteras de los E.U. de las islas, sólo
unas 20 están habitadas, siendo su población de unos 60,000 habitantes. Su capital
es Hamilton. El archipiélago fue descubierto por el navegante español Juan
Bermúdez en 1522 y fueron ocupadas por Inglaterra un siglo más tarde en 1622.
El grupo de islas alcanzó autonomía en 1868.
William B. Perot
fue nombrado como administrador de correos de correos de Hamilton en 1818. Eran
épocas en que el franqueo lo pagaba el destinatario y las funciones de Perot se
limitaban a despachar la poca correspondencia que salía o llegaba a la isla. En
1846 la legislatura de la isla pasó un acta haciendo obligatorio el pago previo
al franqueo. La misma acta estableció que el administrador de correos recibiría
un estipendio de 70 libras esterlinas por año pudiendo además quedarse con el
producto de lo que pudiera recaudar por concepto de la correspondencia
despachada internamente.
Para esa época,
sin embargo, ya Perot estaba medio enfermo y cansado y prefería pasar el día
cuidando sus flores. Estaba por otro lado el hecho de que el movimiento de
correspondencia de la isla no era tan intenso para justificar que se pasara el día
esperando a los escasos ciudadanos que pudieran requerir de sus servicios. En
vista de esta situación, Perot persuadió a su amigo y vecino J.B. Heyl, un
norteamericano propietario de una farmacia, de que le llamara cuando se
presentara alguien que requiriera sus servicios lo cual le permitía seguir
atendiendo a sus flores en la forma más despreocupada.
Para resolver el
problema de aquellos que preferían depositar sus cartas cada noche, Perot
colocó frente a su casa una caja en la cual el público podía depositar sus
cartas y un penique por cada carta. Era un asunto de confianza.
El problema
comenzó cuando Perot comenzó a encontrar más cartas que peniques. Como lo que
Perot recaudaba era para él, no es de extrañar que se sintiera disgustado y
tratara de ingeniarse un medio para evitar que tal cosa siguiera ocurriendo y
consultó a su amigo Heyl.
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